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Según la leyenda, un joven terco y maleducado mato y destripó a su propio padre, ya que una noche le dijo a su madre que quería ciervo para cenar, por lo que la mujer le dijo que acompañara a su padre para cazarlo; sin embargo, el hombre al no lograrlo, fue asesinado por su propio hijo, quien luego le dio los sesos de su padre a su madre para que los cocinara. Tras este hecho, su abuelo mandó atar al joven a un poste en el medio del campo, a destruirle la espalda a latigazos, que sus heridas fueran lavadas con aguardiente, y a liberarlo junto a dos perros hambrientos y rabiosos. Antes de liberarlo su abuelo lo maldijo y condenó a portar los huesos de su padre por toda la eteternida
Tiene un silbido característico que se asemeja a las notas musicales do, re, mi, fa, sol, la, si, en ese mismo orden, subiendo el tono hasta fa y luego bajando hasta la nota si. Se dice que cuando su silbido se escucha muy cerca no hay peligro, ya que el Silbón está lejos, pero si se escucha de lejos significa que está muy cerca. También se dice que escuchar su silbido es presagio de la propia muerte. Puede estar en cualquier sitio en cualquier hora.
Tal parece que si se siente el silbido de lejos lo único que puede salvar a la persona es el ladrido de un perro, ya que es lo único que le aterra, un ají o un látigo. El alma suele vengarse de los hombres mujeriegos.
Muchos habitantes de Los Llanos cuentan haberlo visto sobre todo en verano, época en que la sabana colombiana arde bajo el rigor de la sequía y el Silbón se sienta en los troncos de los árboles y recoge polvo en sus manos. Pero es principalmente en los tiempos de humedad y lluvia cuando el espectro vaga hambriento de muerte y ávido por castigar a borrachos, mujeriegos y de vez en cuando a una víctima inocente. Cuentan que les succiona el ombligo a los borrachos cuando los encuentra solos en el llano para beber el aguardiente que ellos ingirieron, y que a los mujeriegos los despedaza, les quita los huesos y los mete al saco donde guarda los restos de su padre.
Dicen que luce como un gigante alargado de seis metros que camina moviéndose entre las copas de los árboles mientras emite su escalofriante silbido y hace crujir, dentro de su viejo y harapiento saco, los pálidos huesos de su desafortunado padre o, algunos afirman de sus múltiples víctimas. Otras dicen que se presenta como la sombra de un hombre alto, flaco y con sombrero, sobre todo a los borrachos.
Cuentan que el Silbón puede aparecerse cerca de una casa ciertas noches, dejando en el suelo el saco y poniéndose a contar los huesos uno a uno. Si dos o más personas lo escuchan, no pasará nada, pero si solo una persona lo escucha, al amanecer ese miembro de la familia morirá.
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