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“Una mujer, envuelta en un flotante vestido blanco y con el rostro cubierto con velo cruzaba con lentitud por varias calles y plazas de la ciudad iluminada por la luna. Levantaba los brazos con angustia y lanzaba un grito desesperado. Ese tristísimo ¡ay! se levantaba en el silencio de la noche, y luego desaparecía entre ecos lejanos y, al final, terminaba con el grito más doliente en la Plaza Mayor. Allí se arrodillaba esa mujer misteriosa. Se inclinaba como besando el suelo y lloraba con un grito largo y penetrante. Después se iba ya en silencio, lentamente, hasta que llegaba al lago, y en sus orillas se perdía. Se deshacía en el aire como la niebla, o se sumergía en las aguas”.
Se cuenta que La Llorona es una mujer que deambula por las calles de la Ciudad de México en busca de sus hijos, a los que ella misma asesinó, enloquecida, durante una noche. Dicen que aparece en lugares por donde alguna vez pasó un río. También se dice que es una mujer muy bella vestida de blanco. Otros mencionan que sólo se alcanza a ver su silueta, que flota. En lo único que coinciden es que siempre que se deja ver se escucha un largo y aterrador grito: «¡Ay, mis hijos!».
Sobre el origen de esta leyenda hay varias versiones: una es la colonial, la cual se basa en las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, quien participó en la conquista del Imperio mexica. Se cuenta que una mujer de origen indígena era amante de un caballero español y, cuando ella le pidió formalizar la relación, él se negó porque pertenecía a la alta sociedad. Este hecho desató la tragedia por la que su alma deambularía en pena.
Cuentan que esa noche la mujer despertó a sus pequeños hijos –un niño y una niña–, tomó un puñal y los llevó al río, el cual se encontraba muy cerca de su casa. Estando ahí, ciega por el coraje, los apuñaló varias veces hasta que los dejó sin vida.
Minutos después reaccionó y, al darse cuenta de lo que había hecho, corrió desesperada por el río y emitió el escalofriante grito por el que la identificamos.
Desde esa noche no se volvió a saber más de ella y se convirtió en mito. Quienes juran haberla escuchado dicen que deambula en las calles y los parques de la Ciudad de México, además de los canales de Xochimilco.
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